El primer paso es aceptarlo. Boca sufrió, muy probablemente, la derrota más dolorosa de su historia. ¿Por qué? Ninguna otra, en los últimos tiempos, hizo soltar más lágrimas, pegarle piñas a la pared con más fuerza o agarrarse la cabeza como nunca. Ninguna.

Al hincha de fútbol, con el ego grande como el estadio cuando se habla de su propio club, le cuesta aceptar las malas. Y siempre es en comparación al otro: ‘Yo soy más grande que mi rival’.

La necesidad del hincha de Boca de justificarse en tiempos de derrotas y redes sociales hicieron escribir, leer y difundir opiniones que sirven sólo para intentar sostener la imagen inmediata de una falsa entereza y van totalmente en contra del futuro de la institución. Lo que pasó debe servir para aprender, pensar, trabajar y refundarse. Es tiempo de callar, agachar la cabeza, aceptar y empezar a tomar decisiones -en La Bombonera empezó a ocurrir, con los primeros cánticos masivos en repudio al presidente Angelici-. 

Incluso llegaron las voces oficiales. Daniel Angelici, minutos después de explicar por qué la barra amenazó a todos los que lo insultaban en el estadio en declaraciones a Olé (“Sé cómo funciona el club, sé que los muchachos, que denominan de la barra, no quieren que la gente insulte a nadie. Ellos quieren que la gente venga a alentar”), disminuyó la importancia del partido más doloroso de los últimos tiempos, con toda su muñeca e intereses políticos: “Es un gran error. Ningún club toca fondo cuando cerrás balances positivos, cuando todos los años hacés inversiones importantes, cuando triplicás el patrimonio del club, cuando sos actualmente el bicampeón del fútbol argentino, cuando hacés compras internacionales, cuando tenés el plantel que tenés. Tocar fondo es estar último en el tabla, tocar fondo es perder la categoría o acogerte a ley de salvataje de clubes… No tiene sentido pensar que tocamos fondo por perder la final”.   

Ningún hincha festeja un balance. Al hincha le gusta el fútbol. El hincha festeja el fútbol. Y el hincha sufre el fútbol. Lo que pasa adentro de una cancha. 

Es cierto. El ‘fracaso’ llegó luego de haberse clasificado a la final de la Copa Libertadores. Un logro que debería ser importante. Pero perderla y contra River duele mucho. Y también hace confundir las cosas. Es enceguecedor cuando la mala llega en una buena. 

Y, luego, continuó con la falsa persecución con la que vienen insistiendo hace ya varios años entre voces oficiales e hinchas: “A Boca siempre se le exige más, y no lo digo yo, ya lo dijo Armando en una frase que sigue vigente: ‘Los goles que más se gritan son los de Boca. Los segundos goles que más se gritan son los que le hacen a Boca’. O sos de Boca o sos anti Boca”. Una victimización típica.

Nada más dañino en este caso que poner el foco en otro lado. Mirar a la vereda de enfrente y justificar tus fracasos con fracasos rivales. ‘Peor es irse a la B’, la frase que todo lo justifica en Boca. De lo único que serviría es para mirar y aprender: River se refundó y volvió más fuerte que nunca.

Pero no sorprende en la idiosincrasia reciente de un club que intenta disfrutar del fracaso rival. Un club que tiene un estadio con un reloj gigante deleitándose con eso. 

Boca debe madurar. Los hinchas y socios deben hacerlo. Es tiempo de bajar la cabeza, pensar, aceptar, para después levantarla con las ideas claras. Ya está en marcha. El director deportivo Nicolás Burdisso intenta calmar las aguas: le puso los puntos a Tevez cuando declaró algo que no corresponde, quiere bajar el perfil. Y el entrenador en una línea similar: “Había que dar un paso firme. Esto no se trata de buscar una revancha, sino una ilusión. Volvimos a fojas cero y debemos mentalizarnos en nuestro objetivo”, comentó Gustavo Alfaro tras el debut en la Copa Libertadores. No hay revancha. Debe haber trabajo y cabeza fría. Miradas hacia adentro y pocas hacia afuera: sólo si es para aprender. No hay algo peor o algo mejor. La realidad de Boca es lo que le sucede a Boca. Comparar es desviar el foco.