Por Guede, por la gente, por quién sea. Colo Colo venció por 3-1 a Universidad de Chile en el Estadio Nacional, extendió su paternidad y respiró luego de semanas complicadísimas, donde las derrota ante Delfín provocó esa renuncia del cuerpo técnico que no aceptó el plantel. En Ñuñoa no pareció importar nada. Ni que Barroso estuviese cortado y mucho menos que el local era el máximo favorito.
En el pitazo final de Roberto Tobar, el grupo de futbolistas de blanco se abalanzó sobre su DT. En el desarrollo, el capitán Esteban Paredes anotó un doblete tradicional: celebrar ante Johnny Herrera es una tradición. Y todo tras un arranque de dudas, con un gol de Mauricio Pinilla, que aprovechó (no como Soteldo) una pérdida de balón de Carlos Carmona ante la presión de Matías Rodríguez.
Apareció el Tanque, como en tantas ocasiones. Sorprendió a Herrera por partida doble: con una cacheteada de zurda llena de clase y con un tiro al ángulo tras sacarse de encima a su marcador Rafael Vaz. Dos definiciones de crack. Y todavía faltaba la diana de Claudio Baeza, que se dio el lujo de picársela al seleccionado nacional luego de la asistencia consecutiva -también habilitó en el 2-1- de Jorge Valdivia. En el cierre, el malherido Orion frustró las celebraciones de Pinilla y Guerra y salvo el ímpetu de Araos y un palo de Vilches, los laicos no se activaron.
A esa altura los descontrolados azules estaban con nueve hombres y el Cacique con 10. El primero en irse a las duchas fue Jean Beausejour, agresor de Baeza, y el segundo Lorenzo Reyes, quien golpeó a Óscar Opazo, también castigado por Tobar en la jugada. Los últimos en irse fueron los aún dirigidos por Guede, no sin antes de celebrar con toda su gente, eufórica en el lado norte, que vio lo mismo que todo el mundo: la resurrección alba en un Superclásico caliente. Otro más de Paredes. Y de un entrenador especialista.