El jugador de fútbol en sí ya es un ser humano tocado por una varita mágica. El talento de un futbolista no se entrena y mucho menos se compra -aunque haya algunos que su nivel dependa pura y exclusivamente de su entrenamiento-. Pero hay historias dignas de una película, tipos que acompañan a su talento con entrenamiento y además con una pizca de suerte.

Franco Armani es uno de ellos. Y que no se malinterprete: la suerte no quita méritos, ni mucho menos el talento y el esfuerzo. El casildense la rompió en donde estuvo y le costó más que otros llegar a donde está hoy.

Su historia está escrita. Parece un guión poco creíble. 

Explotó en Atlético Nacional, a donde llegó tras romperla en un amistoso entre Deportivo Merlo -su equipo- y el elenco colombiano. Una de esas casualidades del fútbol. O de esas historias con suerte. Y en el Verde fue un ídolo de primer nivel, de esos que se extrañan a cada partido.

Llegó a River y se convirtió en una muralla. En realidad no se convirtió en nada, sólo demostró su enorme nivel de siempre ante un nuevo público, el argentino. Pasaron unos meses y no tuvo lugar en la última convocatoria de la Selección argentina previa al Mundial de Rusia 2018. Pero sí estuvo, sin ningún tipo de pruebas con el escudo nacional, en la preselección para la máxima competencia y luego quedó en la lista definitiva, borrando a Nahuel Guzmán, un histórico de este grupo.

Sólo un día después, Sergio Romero se lesionó y parece no quedar ningún tipo de dudas. Pero su suerte y su historia que pareciera guinada de antemano no termina acá: Franco Armani debe ser el titular de la Selección argentina y tendrá que jugar su primer partido oficial el 16 de junio, ante Islandia y por el Mundial. 

 

Fuente: OPTA