Madrid se preparó para el Superclásico. Se prepararon sus habitantes, que esperaban a una horda de fanáticos que fueran destruyendo todo lo que se les cruzara por el camino. Se prepararon las fuerzas de seguridad, que también esperaban a un grupo de violentos que se cruzaran en una auténtica batalla campal y por eso duplicaron los efectivos en cada esquina, en cada plaza, en cada punto de concentración de gente y, claro, en el Santiago Bernabéu, que tuvo un operativo de seguridad histórico. Se prepararon los medios de comunicación, que durante la semana previa a la gran final le dedicaron horas a la información de River y de Boca y el día del partido movilizaron a sus mejores periodistas a cubrir el gran evento. Por supuesto, también se preparó el estadio de Real Madrid, que estuvo impecable y recibió a más de 62 mil espectadores.
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River-Boca en Madrid: la película que ni Tum Burton imaginó Todos: los futboleros, los que no, los que nunca se enteran de nada de lo que pasa, todos esperaban el derbi argentino en Madrid. Pocos esperaban que fuera especial desde lo futbolístico, porque lo que pasara adentro de la cancha no era precisamente el principal atractivo para los locales. Y muy pocos esperaban que fuera en paz y sin disturbios. De hecho, la mayoría de los madrileños anticipaba un fin de semana caótico.
River no tiene por qué temerle al Real Madrid Finalmente, el Superclásico sorprendió a todos y a todas. Parece que pisar suelo europeo les hizo bajar las revoluciones a los hinchas argentinos (y a los jugadores y dirigentes), porque fueron un ejemplo: fiesta adentro y afuera del estadio, color y calor en las calles y respeto en las tribunas. Quizás fue la civilizada Madrid, o quizá fue el castigo que sufrieron todos los futboleros argentinos cuando les quitaron en partido más importante de la historia de tierras gauchas. Quizá fue la mirada de todo el mundo sobre sus hombros. O quizá fue un poco de todo eso.
Con el diario del lunes -literal, porque en las tapas de los diarios más importantes de España el Superclásico fue tema central-, poco importan los por qué. Lo que sí es certero es que Madrid civilizó el River-Boca. A sus hinchas y a sus protagonistas dentro del campo de juego, porque después de la burla de Benedetto a Montiel en el gol de Boca, después de eso y de que el Millonario lo diera vuelta y levantara la copa, los jugadores de ambos equipos se repartieron besos y abrazos. Y Guillermo Barros Schelotto se dio un cálido saludo con Marcelo Gallardo y con Rodolfo D’Onofrio, con quienes durante el año se tiraron indirectas (y no tanto) sin descanso.
Y por todo esto, España festejó también. Por el Superclásico perfecto y porque el país tiene intenciones de ser sede del Mundial 2030, campeonato al que también se postularon Argentina, Uruguay y Paraguay como triple sede, y la excelente organización de la final de la Libertadores le puede sumar una ficha a los europeos. Pero ese será otro tema. Lo importante es que el Superclásico se civilizó. Ahora, intentemos llevarlo nuevamente -y curado- para Argentina.