Desde el momento en que se declaró en desobediencia para poder terminar su contrato con Junior y elegir su nuevo club, Jarlan Barrera tenía claro que lo único que le quedaba por hacer era ganarlo todo para llevarse el cariño de la hinchada del Metropolitano.
Con trabajo, esfuerzo y muy buen fútbol, tomó las riendas del equipo y lo condujo a dos finales, el sueño de Jarlan comenzaba a cuajarse, más aún con la victoria contundente sobre el Medellín y la oportunidad de jugar en Curitiba desde ceros, gracias al empate obtenido en el juego de ida.
Sin embargo, el destino opera de maneras sospechosas y la noche que debió ser suya, se convirtió en una pesadilla de la que debe despertar de inmediato, pues en tan solo cuatro días, debe levantar la cabeza y enfrentar la final de la Liga Águila, un logro que no puede dejar escapar.
El penal fallado por Jarlan no puede ser la vara con la que se le mida, es un jugador dueño de un talento increíble para tocar la pelota, pero bajo toda esa magia hay un ser humano, con miedos e inseguridades como cualquier otro. La derrota de hoy amarga el comienzo de la despedida de uno de los últimos ídolos del conjunto Tiburón, pero gracias a la vida y al fútbol, el domingo habrá revancha y todo el equipo tendrá la oportunidad de pasar este mal trago tomando un sorbo de la copa colombiana.