Gustavo Alfaro inició su ciclo en Boca hace menos de una semana y, por primera vez, abrió un entrenamiento. Era difícil mostrar para el afuera su forma de trabajar con un plantel que recién empieza a conocerlo y que venía acostumbrado a otro cuerpo técnico. Sin embargo, fue fácil comprender por qué se metió tan rápidamente en el grupo: su estilo no difiere tanto del de Guillermo Barros Schelotto.

EL PRIMER EQUIPO DE ALFARO

Enérgico, Lechuga camina la cancha entre medio de sus jugadores y habla mucho todo el tiempo. Carlos González y Claudio Cristofanelli, a un costado, hablan entre si y anotan. El DT los alienta para hacer el desgaste físico típico de cualquier pretemporada y los felicita cuando las cosas salen como le gusta. De pronto, bromea y arranca algunas risas, como quien ya tiene la confianza ganada. Y ahí es donde más de uno recuerda a los Mellizos.

Hay varias diferencias, claro: durante el ciclo anterior, era Gustavo quien estaba más cerca de los futbolistas, mientras Guillermo miraba desde un costado y paraba las prácticas cuando quería corregir algo. En este caso, es el propio entrenador quien se hace cargo de esas decisiones. No solo frena el entrenamiento cuando algo no está bien, sino que también lo hace para explicar conceptos, ya sean tácticos o técnicos.

Lee más noticias de fútbol en CódigoSport

“Perfilate. No lo recibas con los dos pies juntos”, le pide a los centrales. “Bancalo. Que la presión no te obligue. Esperalo con la derecha y tocas con la izquierda”, le explica a los delanteros. “Si la pelota viene pasada, cerramos la zona del segundo palo para que el arquero pueda salir”, grafica dentro del área. Todos escuchan, como si fuese un docente dando una clase.

Si fue un acting para las cámaras o no, se verá con el correr del tiempo. Por lo pronto, Alfaro se mostró auténtico, sin demasiado que esconder. Dispuesto a mostrar cómo es su trabajo. Y cómo piensa reavivar la llama de este Boca golpeado.