Parece imposible de imitar. Parece imposible igualar sus logros. Carlos Bianchi se convirtió en sinónimo de Copa Libertadores a fuerza de triunfos y más triunfos. Una leyenda total del fútbol. Un hombre que se acostumbró a ganar. No hay otra opción para él. Ganar o ganar. 

Cuentan aquellos que lo vieron jugar que era un goleador imparable. Potente y definidor excepcional, con enorme efectividad. De esos que festejaban seguido, con clase y elegancia. Autor de más de 400 goles en sus 18 años de carrera dentro del campo de juego. Llevó sus gritos a Europa. Gran parte de su vida se la pasó amargando a rivales franceses, pero haciendo festejar a los hinchas de Stade de Reims y París Saint-Germain. En Sudamérica sólo jugó en Vélez Sársfield, pero nunca defendió esa camiseta en el plano internacional.

Carlos Bianchi PSG

Su carrera como entrenador fue diferente. Los éxitos se dieron en su tierra. 

Tras empezar a dirigir en Francia, volvió al Fortín en 1993 para estar del otro lado de la línea de cal, vestido siempre con una elegancia particular. Y seguía festejando goles como cuando él los convertía.

Parece increíble, pero el primer partido internacional que lo tuvo como actor en Sudamérica fue en 1994, en la CONMEBOL Libertadores en la que dirigió a Vélez y se enfrentó a Boca Juniors. Quién iba a decir lo que iba a venir en esos siguientes diez años. Más difícil no podía ser: integró el grupo con el Xeneize y los clasificados brasileños (Palmeiras y Cruzeiro). Para sorpresa de muchos, el Fortín terminó como puntero del grupo -le ganó a Boca en la Bombonera, empató en Liniers y ganó los otros dos encuentros de local-. Los de la Ribera quedaron eliminados en la primera ronda y el Vélez del Virrey levantó por primera vez la Copa. A fin de año se hizo dueño del mundo: Vélez venció a Milan en la Intercontinental en Japón. Historia pura.

AFP Carlos Bianchi Boca Juniors CONMEBOL Libertadores

La historia iba a dejar escrito la efectividad de sus equipos en las definiciones mano a mano: con Vélez en 1994 ganó tres de las cuatro series por penales y se consagró campeón haciendo historia en su club, en el club que lo vio nacer, crecer, gritar y festejar. Todo el tiempo festejar. 

En 1998 se mudó a Boca, aquel equipo que había sido el primero al que se enfrentó en el plano internacional. Hizo historia. Es el dueño de la historia. Ganó todo campeonato que se le puso enfrente. Fue el técnico del equipo con mayor invicto en torneos locales -40 partidos de manera consecutiva-. Tras el bicampeonato en la liga Argentina, en su primera Copa Libertadores -2000- en Boca formó uno de los mejores equipos de la historia: puntero del grupo, eliminó a River en cuartos de final y se consagró en el Morumbí, como en el 94. Luego de los penales, como en el 94. ¿Algo más? Su equipo le ganó con total autoridad al Real Madrid de los ‘Galácticos’ en la final Intercontinental.

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Pero había nuevos desafíos: llegó 2001 y la historia fue similar. Otra vez levantó el trofeo más lindo de todos. Fue tras ganarle la final a Cruz Azul en la Bombonera. Por penales, como en el 94 y en el 2000. Estaba acostumbrado a ganar. Tan acostumbrado que renunció a su cargo tras la primera final en la que no puede consagrarse: perdió la Intercontinental ante Bayern Munich.

La historia lo demandaba. Y en 2003 regresó a Boca, donde, obviamente, ya era ídolo. Tanto o más que en Vélez. Y lo primero que hizo, nuevamente, fue ganar una Libertadores. Otra vez en Brasil. En el Morumbí, como en el 94 y en el 2000. La quinta del club, la cuarta de él como entrenador. Números que son una locura: es dueño de la única que ganó el Fortín y de la mitad de las que ganó el Xeneize en toda su historia. Y ese año ganó su tercera Intercontinental: fue ante Milan, como en el 94. La tercera y, hasta ahora, la última del club.

Los últimos capítulos de este triunfador películar marcan la edición 2004, con una inmensa alegría para su gente: eliminó en semifinales a River, en el Monumental, pero cayó en la final ante Once Caldas. El hombre estaba acostumbrado a ganar. No pudo resistir otra derrota. Y renunció. Estaba tan acostumbrado a vencer que no recibió la premiación: “No sabía que le entregaban medallas al segundo”, deslizó irónicamente. 

Bianchi, el dueño de la gloria eterna, el que este viernes 26 de abril cumple 70 años. El más ganador de todos. El líder de las victorias menos pensadas, de las hazañas más resonantes. El dueño de los festejos más importantes. El hombre para el que ganar era una simple costumbre.