La preocupación de los hinchas de Liverpool no estuvo, en gran parte, por lo que pasaba en la cancha de Anfield Road, pues sus jugadores tuvieron todo controlado ante Wolverhampton. El verdadero sufrimiento fue el que vivieron a través de los celulares, de los radios, de lo que decía el de al lado con cada gol de Manchester City. Porque sí, los dirigidos por Jürgen Klopp ganaron, pero los de Pep Guardiola también por lo que el título de la Premier League se esfumó.

Liverpool fue campeón durante tres minutos cuando Sadio Mané abrió la cuenta y en casa de Brighton se mantenía el empate. De hecho, hubo gritos de felicidad con el tanto de Glenn Murray que le daba el triunfo a los locales. Pero fue algo efímero, pues Sergio Agüero empató todo y de ahí en adelante se construyó una goleada a favor de los ciudadanos.

Más pendientes de lo que pasaba en otra cancha que en la propia, los aficionados vieron como, casi al cierre del encuentro, Mané anotó el segundo en su cuenta personal para el 2-0 final (tanto 22 para el senegalés que comparte el primer puesto de la tabla de artilleros con su compañero Mohamed Salah y con Pierre Emerick Aubameyang de Arsenal). Tristeza para quienes esperaban el milagro, también para los jugadores, pues con 97 puntos y sólo una derrota el Liverpool no es el campeón de Inglaterra, por no pudo cortar con una sequía que ya lleva 29 años y que, por ahora, sumará otro más.

Aplausos para los jugadores que ahora quedarán centrados en lo que será la final de la Champions League ante Tottenham, el título que nadie quería, pero al que ahora le deberán apostar con todas las energías porque es lo único que queda. “We shall not be moved” (no nos moveremos), la pancarta que apareció en las gradas en medio de un humo rojo, una muestra de que Liverpool nunca, pero nunca, caminará solo.