Que a Boca le haya tocado Athletico Paranaense en los octavos de final de la Copa Libertadores tiene una ventaja: el conocimiento. El Xeneize ya chocó con el conjunto brasileño y percibe a la perfección cuáles son sus fortalezas y debilidades. Sin embargo, a Gustavo Alfaro no le vendría para nada mal tomar nota de lo que fue este encuentro de ida ante River por la Recopa Sudamericana.
Tiago Nunes sorprendió a Marcelo Gallardo con un cambio de esquema con respecto a los encuentros que afrontó contra los de La Ribera: del 4-1-4-1 habitual pasó a un 4-2-3-1 con el que le generó superioridad numérica en el mediocampo. La dupla central en la zona media con Wellington, Guimaraes sumó a Lucho González, unos metros más adelantado, y entre los tres marcaron el ritmo del partido.
La diferencia, sin embargo, la hizo por la banda izquierda, en donde Roni y Renan Lodi se convirtieron en un dolor de cabeza constante para Camilo Mayada y Nicolás De La Cruz. Mientras el extremo se cerraba para jugar más cerca de Marco Ruben, el lateral se lanzaba de manera constante al ataque. De hecho, el único gol del encuentro ejemplifica a la perfección lo que fue su mayor fortaleza en el Arena da Baixada.
A partir de allí, el Lechuga podrá empezar a pensar cómo plantear su regreso a Curitiba, en donde recibió la peor derrota de su ciclo. Bien podrían Villa y Buffarini ver cómo perdieron De La Cruz y Mayada a lo largo de los 90 minutos. Tampoco les vendría mal a Marcone y Nández seguir de cerca cómo Enzo Pérez, Palacios y Nacho Fernández no pudieron hacer pie en el centro de la cancha. Además, como el Millo esta noche, el Xeneize sabe lo que es errar cuando presiona lejos de su arco: también deberá cuidarse de eso.
Faltan dos meses para que Boca visite a Athletico Paranaense. En el medio, resta que pase la Copa América y el mercado de pases. Tiempo sobra. Pero también sobra para empezar a preparar -y resolver- los problemas los brasileños pueden generar el próximo 24 de julio.