Un equipo en constante formación, podría ser la definición de este Boca. En esa búsqueda de identidad, perdió la característica que definía a Guillermo Barros Schelotto: la capacidad goleadora. Casi como si hubiese hecho un pacto, Gustavo Alfaro intercambió solidez por eficacia. Y la solución, lejos de encontrarla en sus delanteros estrella o en las apuestas en forma de refuerzos, la tiene en la línea media.
TEVEZ, ¿EL ORGANIZADOR QUE NECESITA BOCA?
La aparición de Eduardo Salvio fue la gran protagonista en este inicio del semestre. El Toto llegó casi por descarte, luego de la negativa de Marcos Acuña y la imposibilidad de sacar a Maximiliano Meza del fútbol mexicano. Así, el ex-Lanús, tras una década experimentando el fútbol europeo, regresó al país para cumplirle el sueño a la Tota, su mamá. Y toda esa jerarquía ya la pone en uso en el campo de juego.
Salvio simplifica. Es un volante por derecha chapado a la antigua, de los que ya no abudan, un futbolista que va de área a área y que puede terminar las jugadas tanto por adentro como por afuera. Simple, como aprendió en Benfica. No hay gambetas de más ni displicencias. Aprovecha cada espacio para atacar y saca ventaja de su velocidad con la pelota en el pie. Sus tres goles en los cinco partidos que lleva disputados arrancan siempre igual: pique a la espalda de los defensores desde atrás, dominio para acomdarse rápido y definición.
El Xeneize lleva ocho tantos en los seis encuentros oficiales desde que se reanudó la competencia y cinco de ellos fueron convertidos por los mediocampistas: los tres ya mencionados, uno de Alexis Mac Allister en Brasil ante Athletico Paranaense y otro de Daniele De Rossi contra Almagro. ¿El resto? Dos de Carlos Tevez y apenas uno de Wanchope Ábila.