Boca metió tres goles en la altura de Quito y, aunque falta la vuelta en La Bombonera, parece muy difícil que se le escape la clasificación a semifinales de la Copa Libertadores, allí donde el destino podría cruzarlo, otra vez, con River.

Un River que, 24 horas después de la goleada del Xeneize, salió a la cancha en el Monumental a recibir a Cerro Porteño por la ida de cuartos de final como si nada hubiera pasado en Ecuador, como si el que tuviera un pie en semis no fuera el clásico rival, sino cualquier otro equipo.

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Porque los de Marcelo Gallardo no sintieron la presión ni una sola vez. Al contrario: adentro de la cancha (en sintonía con la gente en las tribunas) los jugadores parecían ansiosos por asegurarse un buen resultado que los acerque más a ese posible Superclásico, a ese reencuentro con el equipo al que vencieron en el Superclásico más importante de la historia, en Madrid, por la final del mismo certamen que los podría volver a cruzar.

Claro, ¿por qué iba a ser de otra manera? Si lo único que podría perder River contra Boca en semis es, justamente, la posibilidad de acceder a otra final. Pero no más que eso -que no es poco, por supuesto-. En cambio, si gana, el Millonario tendrá mucho más que una clasificación; y el plantel, con el Muñeco a la cabeza, lo sabe. No, no lo dicen, claro, pero se ve reflejado en el juego.

River juega tranquilo, que no es lo mismo que con displicencia, y gana así los partidos. River juega con seguridad, con la seguridad de saber que es superior al rival que le toque enfrentar (en este caso fue Cerro) y que tarde o temprano el resultado se le dará. Porque si los goles no los hace Pratto, los convierte Borré, o Matías Suárez, o Nacho Fernández. Y los pases lujosos los tira Exequiel Palacios, pero también Milton Casco. Porque en este River todos entran en sintonía rápidamente y los nombres no afectan el funcionamiento. Porque este River está cómodo, está confiado.

Y con esa misma confianza mira en el horizonte a Boca. Un horizonte que, después del 2-0 en el Monumental, que podría haber sido más abultado, está cada vez más cerca.