Cuentan que cuando la secretaría técnica propuso a Gustavo Alfaro como entrenador de Boca y Daniel Angelici se opuso, Nicolás Burdisso le advirtió que, si no se concretaba su propuesta, renunciaría. Una semana más tarde de aquella escena, el DT fue presentado junto a ambos en una multitudinaria conferencia de prensa bajo la premisa de poner al equipo de pie y de devolverle una identidad que parecía perdida.

La llegada de Burdisso fue la respuesta de Angelici a la necesidad de profesionalizar un área que hasta ahora había sido sumamente personalista. La política del club para incorporar estuvo atada a los deseos dirigenciales y fue variando a lo largo de los ocho años que lleva la actual gestión. La apuesta, en principio tentadora, nunca terminó de hacerse a fondo.

Luego de la derrota ante River en Madrid, la institución amasó una increíble cantidad de dinero a través de ventas. Según Transfermarkt, entraron alrededor de 75 millones de dólares entre los últimos dos mercados de pases por las salidas de Leonardo Balerdi, Lisandro Magallán, Wilmar Barrios, Pablo Pérez, Nahitan Nández, Darío Benedetto y Cristian Pavón. Desembolsó menos de 20 -menos de un tercio de lo recaudado- para comprar a Eduardo Salvio, Jan Hurtado e Iván Marcone, mientras que trajo a préstamo a Lisandro López, Alexis Mac Allister y Franco Soldano.

Excepto por Marcone y Licha López, ninguno de los futbolistas que llegaron fueron pedidos por el DT, quien desde diciembre exige un centrodelantero y un volante por izquierda. Soldano, el reemplazante de Bendetto, no era ni siquiera el “plan B” de Burdisso y compañía. Tampoco arribaron ni Acuña ni Meza.

Pocos hinchas hubiesen creído a principios de 2019 que se repetiría lo realizado un año atrás. No alcanza, claro: volvió a tropezar con la misma piedra y todo lo bueno pasará a ser insuficiente. Pero lo preocupante, en todo caso, fue que tampoco lo hayan planificado los dirigentes. Y por sobre todo, que no hayan escuchado al entrenador y a la secretaría técnica.