Argentina quemó todos los libros. Que las semifinales se juegan con los dientes apretados, sufrimiento y gana el que maneje la tranquilidad. Para la Albiceleste, nada fue así. En su partido más brillante en lo que va de la Copa del Mundo, con un Lionel Messi celestial y Julián Álvarez como su socio goleador, superó sin discusión por 3-0 a Croacia y jugará una nueva final del mundo.

Excepto por un breve tramo del primer tiempo entre los 15 y los 30 minutos, la supremacía de la Albiceleste nunca estuvo en duda. Con el ingreso de Paredes para equilibrar el mediocampo, nunca dejó que Modric juegue en paz y el equipo croata lo sintió, porque le faltó claridad para molestar al Dibu Martínez.

Y el partido se rompió a la media hora, con un pase fenomenal de Enzo Fernández para Álvarez, conexión riverplatense para que Livakovic derribara al de Manchester City y Messi lo transformara en golazo de penal. Y para no dar lugar a dolores de cabeza, Julián corrió 60 metros, se llevó por delante a cuanto croata se le puso en su camino y definió suave para el 2-0, que pudo tener el golpe de gracia con un cabezazo de Mac Allister que Livakovic sacó milagrosamente.

Había una sola manera de alejar los fantasmas de Países Bajos y esa era no bajar la intensidad: el segundo tiempo se jugó solo para Argentina, que tuvo chances para liquidarlo hasta la genialidad del 10, la mejor del Mundial: sacó a pasear a Gvardiol por la derecha, le enganchó cuantas veces pudo y le dejó el gol servido a Álvarez.

Los 20 minutos restantes estuvieron de más, porque Croacia bajó los brazos y Scaloni aprovechó para premiar a Dybala, Foyth y Correa, los tres jugadores de campo que no habían sumado minutos. Argentina vuelve a la final como en el 2014 y buscará la revancha, la redención y la posibilidad para que Lionel Messi levante el único trofeo que le falta a su vitrina.