Pasó mucha agua debajo del puente de la Copa Libertadores desde el 16 de mayo, cuando Boca comenzaba el día eliminado de la fase de grupos. Esa noche necesitaba ganarle con autoridad a Alianza Lima y esperar un “buen gesto” de Palmeiras, que recibía a Junior. Todo ocurrió a pedir de los Xeneizes y el equipo de Guillermo pasó a los octavos de final, aunque en el puesto 6 de la tabla de segundos de cada zona.
Con este panorama, quedó prácticamente condenado a definir todas sus series como visitante, ya que solo logró mejor posición que Estudiantes y Colo Colo, aunque este último pudo ser rival en semifinales si hubiera vencido a Palmeiras. El camino hacia la final, ya conocido, incluyó victoria en Asunción contra Libertad y empates en Belo Horizonte contra Cruzeiro y en San Pablo frente a Palmeiras, contra quienes hizo valer las victorias de la ida.
En la definición ante River volverá a abrir la llave en La Bombonera y buscará lograr algo que nadie antes pudo: ser campeón jugando todas las revanchas en condición de visitante, desde que en 1989 se instauró el sistema de series de eliminación directa luego de la fase de grupos.
Quien más cerca estuvo justamente fue el Millonario hace tres años: fue el peor de todos los segundos, pero el apartado 3.7.b del reglamento de la Copa expresa que en caso de participar un equipo mexicano en la final, como Tigres en el 2015, automáticamente debe ser local en la ida y la vuelta jugarse en territorio sudamericano.
En 2014 hubo otra historia vinculada a la clasificación en la primera fase: San Lorenzo había sido el penúltimo de la tabla de escoltas y Nacional de Paraguay el último, pero llegaron a la definición y el Ciclón consiguió su primera copa en el Gasómetro. Así, Boca irá por la proeza y festejar lejos de La Bombonera, como en todas las llaves anteriores.