Desde el momento en que se declaró en desobediencia para poder terminar su contrato con Junior y elegir su nuevo club, Jarlan Barrera tenía claro que lo único que le quedaba por hacer era ganarlo todo para llevarse el cariño de la hinchada del Metropolitano.
Con trabajo, esfuerzo y muy buen fútbol, tomó las riendas del equipo y lo condujo a dos finales, el sueño de Jarlan comenzaba a cuajarse, más aún con la victoria contundente sobre el Medellín y la oportunidad de jugar en Curitiba desde ceros, gracias al empate obtenido en el juego de ida.
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Sin embargo, el destino opera de maneras sospechosas y la noche que debió ser suya, se convirtió en una pesadilla de la que debía despertar de inmediato, pues debía levantar la cabeza y enfrentar la final de la Liga Águila, un logro que no podía dejar escapar.
Su desempeño estuvo lejos del habitual, al punto de ser sustituido en la segunda mitad, algo que seguramente le dolió, pero que supo aceptar con gallardía, entendiendo que era lo mejor para el equipo en ese momento. Al final del juego se despidió, entre lágrimas agradeció y le declaró su amor a la hinchada del Junior.