Esteban Andrada guarda una particularidad estadística: llegó a las últimas dos finales de la CONMEBOL Libertadores, una con Lanús y otra con Boca. Y, en ambas ocasiones, River fue parte de esas historias, una con el final más feliz y la otra con un momento de los más dolorosos. También tiene otra especialidad que lo caracteriza: es un arquero a la europea; aunque tenga guantes y una camiseta diferente, en el césped, es un jugador más, que arma el fútbol con los pies. En un vestuario de Casa Amarilla, tras un acalorado entrenamiento, se sienta y habla del juego:
– ¿Qué es más importante para un arquero que juega con los pies: el control orientado, la técnica de pase o la visión de juego?
– Las tres cosas son importantes. Si tenés buen control y no buena lectura, no tiene sentido, porque no sabés cómo te presionan, no pensás si ellos vienen con dos o con tres. Cuando presionan con dos, es muy fácil, porque viene el interior del medio y ahí ya tocás. Si vienen con tres, es más complicado porque tenés que jugar con los laterales. Si los laterales y los centrales están bien marcados, bueno, no queda otra que jugar con el nueve.
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– ¿Qué es lo mejor que resolvés con los pies?
– Cuando los rivales presionan con dos, la idea es triangular con el cinco y que juegue al lateral . Eso me sale. Jorge Almirón (su técnico en Lanús) me enseñó mucho de eso. Con Gustavo Alfaro lo estamos implementando también.
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– En los mano a mano de la Copa Libertadores, ¿hay que arriesgar, o no?
– Sí, depende del funcionamiento y de lo que el entrenador te pida. Quizás, si tenés mucha presión, quieren que saltes la línea. Y hay otros directores técnicos que, con presión, quieren que juegues igual. A veces sale bien o mal. Porque siempre estás arriesgando. Si el entrenador te pide que intentes, vas a tomar riesgos.
– ¿Qué es la Libertadores?
– Es lo máximo. El torneo más importante que hay en el mundo . El fútbol sudamericano tiene todo el condimento. Están los equipos que te hacen todo lo posible para sacarte ventaja. Muchas veces, en otros países, ven esa locura del sudamericano y no lo pueden creer.
– ¿Qué es más cómplicado: la fase de grupos o el mano a mano?
– Lo más complicado es el mano a mano. Cuando estás ahí, hay que ser muy inteligente para pasar de fase. La Fase de Grupos si ganás los partidos de local, quizá pasás. La eliminación directa es lo más difícil . Ahí juega la inteligencia, el físico, muchas cosas. Lo más difícil es el mano a mano porque cometés un error y quedás afuera .
– ¿Cuál fue tu día más lindo en la Libertadores?
– Cuando dejamos afuera a River con Lanús (la semifinal del 2017). Fue algo épico que hicimos con todo ese grupo porque no éramos favoritos . Éramos un equipo que venía desde abajo. Lo veía lejano porque habíamos perdido la ida (1-0) y en la vuelta ya, apenas arrancan el partido, nos convierten el gol. Era difícil remontarlo porque era un equipo de esa magnitud. Fue el día más feliz que tuve porque remontar un 3-0 fue increíble .
– ¿Cómo recibís el cariño que te brinda la gente de Boca?
– Desde el primer día en que llegué, la gente me recibió muy bien. Ya contra Libertad (en la ida de octavos de final de la Libertadores 2018), en la entrada en calor, me aplaudieron. Fue una tranquilidad porque veía que llegaba a un club donde, no sé si el día de mañana seré un ídolo, pero me recibieron muy bien . Fue el puntapié para que agarrara confianza.
– ¿Cómo pegó en tu cabeza la fractura en la cara en los cuartos de final contra Cruzeiro?
– Después de la lesión, jugué 20 minutos con la boca rota . Yo pensé que me había cortado el labio y viene el médico y me dice: “Tenés un corte ahí”. Sentía el dolor por dentro. Aguanté al final del partido y, sobre el final, casi me caigo porque ya no aguantaba el dolor. Salí y en la ambulancia me hicieron una placa y me dijeron que me había fracturado . Pensé que ya era el fin de temporada porque se terminaba el semestre. Por suerte, el cuerpo médico, tanto el del club y el de la clínica, me atendieron de diez. Me dijeron que dependía del cuerpo para que selle y vuelva a jugar. Tardó dos meses. Cuando me dieron el alta, al principio sentía un poco de temor, porque tenía miedo de que me volviera a pasar .
– ¿Cómo llevabas la ansiedad desde afuera?
– Teníamos la tranquilidad de que con Cruzeiro habíamos conseguido un 2-0 de local. Pasamos a semifinal. Sentía que se venía lo más lindo. Cuando estás en esa instancia, es lo máximo que le puede pasar a un jugador. Veía muy lejano volver a jugar. Después, cuando me dieron el alta, me hacen jugar contra Patronato y ante Independiente, de visitante. Me prueban y me sentía muy bien. Así que después llega la gran final contra River. Se hizo muy largo, se jugaba, se suspendía, todos a la espera. No pudimos coronarnos y fue una tristeza .