El 17 de marzo, el dolor de Juan Fernando Quintero se trasladó a los millones de hinchas de River, a sus compañeros, al cuerpo técnico y a la dirigencia. Esa jornada, en la que el equipo se floreó ante Independiente, el 10 sufrió la rotura de sus ligamentos cruzados de la rodilla izquierda, lesión que demandaba como mínimo seis meses de recuperación, que se cumplirán justamente este martes. Y desde el cuerpo médico reina el optimismo a la hora de imaginar su regreso para la serie contra Boca en la Copa Libertadores, al menos para la revancha. ¿Por qué esto sería un problema de los “lindos”?
El segundo semestre del 2019 tiene a una de las mejores versiones del Millonario durante el multilaureado ciclo de Marcelo Gallardo. Goleadas como visitante ante Racing y Huracán, clasificado a semifinales de la Copa Libertadores sacando pecho en Belo Horizonte y Asunción, todo con un fútbol de alto vuelo apoyado en un mediocampo que, reinventado como debió ya es una costumbre para el Muñeco, sale de memoria y parece inamovible: Enzo Pérez y Exequiel Palacios se reparten el medio, la creación delegada en Nacho Fernández y lo completa el nombre que originará el dolor de cabeza: Nicolás De La Cruz.
El uruguayo fue señalado por el propio DT como el nuevo Pity Martínez. No por su juego, claro está, sino por su posibilidad de transformar murmullo o silbidos por aplausos y ovación, con un ingrediente extra que cayó del cielo para completar el sinuoso camino de redención: el gol que aseguró la clasificación en Paraguay, unas horas después de la breve detención por una causa que databa de 2016. Si bien sigue siendo la pieza más “débil” del mediocampo, su salida rozaría la injusticia futbolística por el enorme crecimiento expuesto en este año y sobre todo en este semestre, donde ya lleva tres goles.
Pero la otra parte de la historia de DLC está escrita de puño y letra por el entrenador y su tosudez cuando está convencido de algo: en diciembre, cuando se fue el Pity a Estados Unidos, no buscó un reemplazante directo más allá de la apuesta por Carrascal y la llegada, aunque no en el mismo puesto, de Matías Suárez; tampoco salió al mercado cuando se produjo la lesión de Juanfer y dejó pasar la última posibilidad en el receso invernal, cuando sonaron algunos nombres casi imposibles y se descartó de plano la idea de reforzarse. Gallardo confiaba ciegamente en su jugador, lo suficiente para sentir que él podría reemplazar a Quintero y no tanto como para imaginar que sería tan complicado sacarlo cuando el 10 vuelva.
Antes de lesionarse, el antioqueño estaba en un nivel sobrenatural. Desde aquel gol a Boca, uno de los ¿tres? ¿cinco? más importantes de la historia de River, todo fue en ascenso: exquisitos tiros libres ante Racing (candidato al Premio Puskas) o Central, asistencias y hacerse cargo del juego hasta el fatídico choque con Figal. Si la recuperación se completa en los tiempos esperados, octubre será el mes del regreso y tal vez La Bombonera sea el escenario, siempre y cuando Gallardo desenriede este sano problema de decidir por quién entra.