El saludo histórico no es simplemente una puesta en escena de los jugadores de Independiente para recibir los aplausos de sus hinchas a la hora de entrar al campo de juego del Libertadores de América o una coreografía para comunicarse con ellos a la distancia cuando juegan de visitante. Este sencillo movimiento se transformó en un verdadero símbolo de una vuelta a las bases más gloriosas de un club que llegó al infierno para renacer.
La transformación hacia el “Todo Rojo”, slogan que comenzó en las redes sociales y ya es una marca registrada, tiene como capitán a Ariel Holan, responsable principal de todo lo bueno hecho por el equipo en el 2017. Un hincha de “paladar negro” -con buzo de entrenador- que cumplió su sueño y está a horas de dirigir el partido más importante de su carrera, ante Flamengo, en el Maracaná, por la final de la Copa Sudamericana.
Pero el resultado de la definición, más allá de determinar la felicidad de un nuevo título internacional o la frustración de quedarse en la puerta, no podrá tapar que este Independiente volvió a llenar de fútbol a sus hinchas, que escuchaban de sus antepasados las grandes gestas de los 60 y los 70, pero sufrieron el doloroso descenso del 2013, como consecuencia de un club quebrado económicamente, que vivía de escándalo en escándalo por su barrabrava y con dirigencias que serán recordadas como las peores de la historia.
LAS BASES DE LA REFUNDACIÓN
La resurrección futbolística llegó de la mano de un plantel que tiene todo: la experiencia que aporta su capitán Tagliafico, o su reciente goleador Gigliotti, o Walter Erviti desde el banco; el hambre de gloria de realidades como Meza, Sánchez Miño, Domingo, Diego Rodríguez; la seguridad de su arquero Campaña y el enorme potencial que ya demuestran Bustos, Alan Franco o Barco. Todos ellos coordinados por un verdadero obsesivo de los detalles, que a la vez le da absoluta libertad al 4-2-3-1 que sale casi automáticamente, aunque cambien los intérpretes.
El cachetazo más duro llegó en junio: la primera derrota en todo el año fue un inapelable 0-3 en La Bombonera, cuando llegaba ilusionado con meterse en la pelea en el último tramo del Campeonato, pero el futuro campeón detendría su envión. Fue una de las seis derrotas que sufrió en todo el año: dos contra Atlético Tucumán (por Copa Argentina y en la ida de los octavos de final de la Sudamericana), ante Libertad (ida de la semifinal) y contra Lanús y Godoy Cruz en el torneo local. En el contrapunto, más allá de la campaña en el certamen internacional, está como gran alegría que se quedó con los dos clásicos de Avellaneda, el último con un equipo totalmente suplente, con un jugador menos durante 55 minutos y hasta Damián Albil, el tercer arquero, para los compases finales.
La Copa Sudamericana sería claramente la frutilla del postre de un año que merece un festejo en la mitad roja de la ciudad, que logró una comunión absoluta con un equipo que juega como ellos deseaban y les brindó el mejor año de los últimos tiempos.
FUENTE: OPTA