A mano cambiada, Matías Dituro mandó al córner un tiro ajustado y desde afuera de Luis Pedro Figueroa. El argentino celebró su tapada como si se tratara de un gol. Es que la Universidad Católica tenía recién instalada la ventaja en el compromiso más importante. Contra su escolta. Y no se le podía escapar si apostaba a tener más aire en el privilegio del campeonato. A la larga, esa acción del minuto 71 valió como el oro.

La Universidad de Concepción, bajo todo concepto, nunca bajó los brazos en San Carlos de Apoquindo. Asumió con profesionalismo que era una verdadera final para conquistar la corona. Tuvo en la amplitud de José Huentelaf a su principal agente sorpresa del ataque y en Fernando Manríquez al que más pudo generarle peligro a la retaguardia cruzada, con cuatro disparos. Pero nunca acertó y quedó con el panorama cuesta arriba.

De dos, la distancia se alargó hasta los cinco puntos entre los rivales del sábado por la noche en la precordillera. Con la cancha llena, misma que vio cómo Andrés Vilches marcaba un gol después de quince meses, su primero con la camiseta franjeada, y anticipó el Clásico Universitario de la próxima semana con el ánimo de que sea un capítulo más de la temporada de ensueño en que el mejor de todos está cerca de ser el plantel de Beñat San José. El que cuenta con un capitán sacrificado como José Pedro Fuenzalida, quien lleva la jineta por la lesión de Cristián Álvarez: sangró una hora y cuidó con acierto su banda derecha hasta el pito del final (y desahogo).