La pelota dejó de ser la protagonista de la final de la Copa Libertadores prácticamente desde el momento en que se confirmó que la definición la disputarían Boca y River. Y ahora ya quedó definitivamente fuera de la escena: tras el ataque sufrido por el micro del Xeneize, que llevó a la doble postergación del partido de vuelta, el club de la Ribera busca ganar el título en los escritorios de la Conmebol, en el que sería el corolario justo para un certamen continental que durante todo el año estuvo mucho más marcado por los reclamos reglamentarios y la rosca política que por los goles y las figuras de la cancha.

Ante el reclamo de Boca para que la Confederación Sudamericana aplique el mismo criterio que se utilizó tras la agresión con gas pimienta en los octavos de final de la edición 2015 y lo declare como ganador de la serie, desde el Millonario comenzaron a planear la estrategia para evitar un castigo y lograr que, como estaba previsto desde un primer momento, la revancha sea reprogramada y se juegue en el Monumental y con público.

El descargo que el club de Núñez presentará en Asunción parte desde la base que lo ocurrido el sábado en las inmediaciones del estadio es completamente distinto a lo que ocurrió el 14 de mayo de 2015 tras el entretiempo del partido disputado en La Bombonera: según consideran en River, las dos diferencias fundamentales radican en el hecho de que una agresión fue dentro del estadio y la otra sucedió por fuera del perímetro de seguridad que debe cubrir el club y en que una ocurrió con el partido comenzado y la otra, no. Un par de cuestiones que, desde lo reglamentario, no necesariamente deben ser interpretadas de esta manera por la Conmebol.

El principal argumento de la dirigencia del Millonario, en tanto, tiene que ver con las responsabilidades de que el ataque al micro se haya producido: tal como establece el documento que firmaron Rodolfo D’Onofrio y Daniel Angelici en la noche del sábado, la agresión ocurrió “a metros de ingresar al anillo de seguridad del estadio”, por lo que en River consideran que la culpa es toda del (como mínimo) deficiente operativo de seguridad diagramado por el Gobierno de la Ciudad, con apoyo del Ministerio de Seguridad de la Nación.

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El club de Núñez, además, presentará como antecedente a su favor lo ocurrido en la final de la Copa Sudamericana 2017, cuando hinchas de Flamengo atacaron el hotel donde se hospedaba la delegación de Independiente y provocaron serios incidentes: en aquella ocasión, el ataque también se produjo por fuera del anillo de seguridad del estadio (incluso fue el día anterior a la disputa del partido), por lo que la Confederación permitió que el encuentro se jugara y luego le aplicó una fuerte sanción al Mengao, que tuvo que pagar una multa de 300 mil dólares y jugó dos partidos de la Libertadores a puertas cerradas.