Los hinchas de River creen en Dios. Para ellos, su Dios lleva saco (con el escudo bordado), camisa y corbata. Es raro ver a Dios así, pero ahí está. Es de carne y hueso. Divino. Infinito. Supremo. La banda cruzándole el corazón. Nació en Merlo, soñó ser piloto de aviones pero se dedicó a ser Dios de River. Escucha música francesa. Le encanta hacer asados y ganarle a Boca.

La llegada de Marcelo Gallardo al banco de suplentes del Millonario cambió la historia de River para siempre: ganó nueve títulos en cuatro años y medio (alcanzó a Ramón Díaz), dos de ellos mano a mano a Boca y otro dos dejándolo en el camino. Y, si de números se trata, sus conquistas lo ubican entre los más ganadores del club de Núñez: suma 17 festejos entre su etapa como futbolista y su ciclo como DT, lo que lo ubican sólo por detrás de Ángel Amadeo Labruna, que conquistó 22.

Todos los títulos en la historia de River

Cuando Angelito asumió como DT, River llevaba 18 años sin poder salir campeón, y el Feo terminó con la sequía más grande de la historia del club sumando seis títulos en cinco años. Ni hablar de lo que significó para la institución, con la que asumió un compromiso sin igual primero como jugador, luego trabajando con los juveniles y, más adelante, grabándose para siempre en la memoria de los hinchas, a los que representaba como uno más. Por eso, Labruna tiene una merecida estatua en una de las entradas al Monumental, sobre la Avenida Figueroa Alcorta, esa enorme estructura que miles y miles de hinchas que tienen la posibilidad de acercarse a Núñez admiran.

Miles de hinchas no vieron jugar al Feo. No gritaron ninguno de sus 542 goles ni festejaron ninguno de sus 22 títulos. No lo escucharon hablar ni lo vieron enseñándole sus valores a los pibes de la cantera. A algunos, quizá, les costaría reconocerlo en las pocas fotos que hay de la época. Miles de hinchas que vieron a River volver a ser ese River que Labruna dejó en los ’80, ese River ganador de todo que resurgió tras su peor etapa en la historia del club. Miles de hinchas que ahora adoran a un nuevo Dios.

Marcelo Gallardo River

Para Descartes, Dios es “una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas”. El Dios de los hinchas de River (que nunca se creyó tal) no sólo les dio a los fanáticos victorias inolvidables, títulos y triunfos ante Boca que quedarán para siempre en sus memorias -y también en las de los xeneizes-. Este Dios es más grande que eso. Es más grande, incluso, que la última Copa Libertadores obtenida tras superar al clásico rival. Este Dios llegó cuando muchos hinchas creían que ya no existía un Dios. Y los levantó. Este Dios los emocionó cada vez que su River salió a la cancha. Y los defendió. Este Dios los abrazó en cada gol millonario y estuvo ahí cada vez que lo invocaron, cada vez que lo necesitaron. Este Dios sufrió por ellos y con ellos. Y disfrutó. Y los hizo disfrutar, sin resignar el cómo. Y metió mano en las Inferiores y se involucró en cada detalle. Hizo de este River mucho más que un equipo ganador, hizo de este River una idea que trasciende al fútbol y que tiene al respeto como estandarte. Este Dios logró meterse en los corazones de los hinchas pero, sobre todo, en sus cabezas. Logró que confiaran ciegamente en él: no importa si son cinco defensores o línea de tres, o cinco volantes, o pone a Armani de 9, va a estar bien, para el hincha va a estar bien. Este Dios nunca los defraudó. Este Dios los salvó. Los marcó para siempre. Este Dios es Marcelo Daniel Gallardo, el ídolo máximo de River. Después de él, ya nada volverá a ser como antes.