Las cinco grandes dejaron de ser el destino definitivo, y el desarrollo árabe empieza con el dinero y termina con proyectos de intensa seriedad.
El fútbol está cambiando. Y lo seguirá haciendo. Así como son cada día más prescindibles los long-servants de los clubes, los trabajadores de la información para las grandes compañías, e incluso los ídolos que tanto le han dado a sus empleadores, también lo son las ligas más honorables, las de la élite que comienzan a asimilar los cambios evidenciados: ligas como la Saudi Pro League tienen con qué sentar las bases para desbancarlas del protagonismo, pues sin la tradición han decidido invertir en serio y trasladar la atención del fanático e incluso de la televisión, que aprecia más el producto de Medio Oriente mientras se conoce de memoria mercados que cuentan con los dedos de las manos a sus jeques y/o que asumen a sus campeones antes de comenzados los cursos, farmer’s leagues con mayor relevancia en la batalla por mantener la categoría que en la pelea en serio por los títulos.
Neymar lo confirmó: Cristiano Ronaldo abrió las puertas para que las figuritas se atreviesen a dar el salto y apostar por esa amalgama de seguridad financiera y visión de futuro y la lluvia de cracks no se ha detenido. Al luso, que llegó al Al-Nassr de Talisca, se le colgaron el exacto año calendario la mayor referencia del mediocampo del Inter, Marcelo Brozovic, el capitán del Lens recién clasificado a los grupos de la Champions Seko Fofana, los mundialistas Alex Telles y Otávio, uno de los mejores africanos de nuestra era como Sadio Mané y el ganador del treble Aymeric Laporte, quien asume que sus bonos volverán a subir con minutos de juego.
No se queda atrás Al-Hilal, que además de Ney se la jugó por armar un Greatest Hits con protagonistas de lujo como Yassine Bono (mejor golero del Mundial Qatar 2022 y monarca vigente de Europa League con su Sevilla del alma), Rúben Neves (el corazón del Wolverhampton), Kalidou Koulibaly (la otra mitad del poderío de Senegal), Sergej Milinković-Savić (el mediocampista más goleador de la historia de la Lazio), Malcom (que ya empezó a entrar en las convocatorias de Brasil) y Aleksandar Mitrović (el goleador más prolífico que viera el Championship inglés en la última década). Y créanme que si no existiese un límite de fichajes internacionales, todavía más europizadas estarían las plantillas, pues no hay fondo en esas billeteras que financian elencos con estadios remozados y sueños de envergadura.
En Al-Ahli están Édouard Mendy, Roberto Firmino, Riyad Mahrez, Allan Saint-Maximin, Franck Kessié, Gabri Veiga, Merih Demiral y Roger Ibañez, recurrentes de Champions e internacionales con relevancia para la competitividad de sus selecciones. Jordan Henderson acabó fichando por Al-Ettifaq junto con Moussa Dembélé, mientras que Al-Ittihad confió en la solidez de Marcelo Grohe en puerta, la solvencia en salida de Fabinho (sí, ¡a primeras el Liverpool entero parece estar aquí!), la garra de un campeón del mundo como N’Golo Kanté, eternamente cotizado por los observadores del Chelsea, y Karim Benzema, quien no necesita ni una palabra más para ser presentado como argumento de peso en el arco rival. Todos los balones de oro abandonaron el Viejo Continente.
Cris, el segundo mejor futbolista del siglo XXI, es un verdadero embajador de Arabia para el mundo y confía plenamente en que en la juventud debe estar el foco para que la trascendencia resuene en cada rincón, pero los prejuicios ya están catapultados al igual que la hegemonía europea. Argentina es el mejor del planeta pero el triunfo árabe contra Lionel Messi y su pandilla de oro efectivamente ofició de epílogo para que el fútbol cambie, se reconfigure, avance, suelte y se expanda. Porque la pelota no va a dejar de rodar nunca, aunque la ensucien, denosten y tomen decisiones injustificadas que derivan en la evolución hacia los mejores aires.