Phil Connors. Seguramente en un primer momento sea difícil caer en quién es. Si hablamos ya de Atrapado en el Tiempo, posiblemente ya muchos más recuerden esa película. Y si mencionamos el Día de la Marmota, ya todos podrán saber a dónde quiero ir a parar. Especialmente los españoles. Pues todos, durante uno u otro momento del partido ante Irán, notaron en sus carnes ese sentimiento que tenía Phil Connors en la película de estar encerrado en un bucle sin fin, repitiéndose una y otra vez las mismas secuencias. En este caso, por una selección española que con un 82% de posesión antes del descanso fue incapaz de probar al meta iraní, dándose de bruces una y otra vez contra el muro que levantó el rival a la altura del área propia. Hasta ahí llegaba La Roja, que probó mil métodos de encontrar la portería, pero todos sin éxito. Todos acaban igual: en nada. Como en la película, nada cambiaba, todo se repetía.

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La única producción en la primera parte llegó con la rúbrica de Silva, que se encontró dos balones perdidos en el área, pero no supo embocar ninguno de los dos. Hubo de pasar por vestuarios para inyectar algo de vértigo al partido. Y al marcador. Y es que ya sólo en los diez primeros minutos de la segunda parte hubo más tensión que en toda la primera, fruto de que La Roja le imprimió también algo más de fuerza y velocidad a sus jugadas. De ahí salieron dos ocasiones para Piqué y Busquets que merodearon el gol para España. Y a la tercera fue la vencida. Una jugada conducida por Iniesta acabó en los pies de Costa. O mejor dicho, en la pierna. El ariete se embolicó dentro del área y cuando el defensa fue a despejar, el rebote terminó con el balón en las mallas. El muro cayó después de 55 minutos. Lo tiró abajo Costa, que sigue lanzado con tres goles en dos partidos. El Cristiano Ronaldo de La Roja.

El gol revolucionó por completo el partido. Quien pensara que Irán sólo sabía defender, se equivocaba. Con la necesidad de dar la vuelta al marcador, subió la línea de presión y arriesgó en cada posesión, llegando a intimidar a España con el aliento de los quince mil ruidosos aficionados que les empujaban desde las gradas. No tenía nada que perder y muchísimo que ganar. Mordían en cada acción. Y si no llega a ser porque el VAR salió en defensa de los españoles como el primo de Zumosol, lo mismo estamos hablando de otro resultado. Pues llegó a marcar incluso Ezatolahi al saque de una falta lateral, pero mientras toda la selección de Irán celebraba como si se tratase ya de la final del Mundial, el sospechoso árbitro uruguayo anuló el tanto por fuera de juego visto desde la televisión. Se rozó la machada. Y tanto.

Pues irónicamente, cuando Irán estuvo más desprotegida, teniendo que buscar la portería de De Gea, fue cuando menos se vio de España. Con errores no forzados, malas decisiones y peores ejecuciones. Como si las circunstancias le superasen, o si la presión la atenazase. Hierro probó con Koke y Asensio -que debutaba en un Mundial- para darle algo más de caballos de potencia al motor español en el centro del campo. Pero ni con ésas. Al contrario. Irán todavía pudo haber marcado al final con un testarazo de Taremi desde el balcón del área pequeña que se marchó besando el larguero. Ahí estuvo el partido y la clasificación a octavos. Quién sabe si Irán no mereció algo más incluso. Pues si España tuvo ante Portugal mejores sensaciones que puntos sumados, ante Irán fue totalmente al contrario. El gol de Costa de rebote y poco más. Suficiente, por otra parte.

 

Fuente: OPTA