La “era Messi” de la Selección argentina será por muchísimo tiempo un tema de debate permanente entre los futboleros, signada por la presencia de grandísimos futbolistas que nunca terminaron de plasmar su enorme talento con la camiseta Albiceleste, en cierta forma por dejar la vara a un nivel inalcanzable. El propio Leo, el Kun Agüero, el Pipa Higuaín y Ángel Di María son los abanderados de esta cuestión y justamente el último fue el protagonista de la primera jornada de la Champions League.

Sin el tridente conformado por Neymar, Mbappé y Cavani, el Fideo era junto a otro argentino, Mauro Icardi, el encargado de conducir a PSG en una parada siempre difícil ante Real Madrid. Y su actuación fue tan sobresaliente que en España rápidamente fue comparado con su gran ciclo vestido de blanco, cuando ganó la Champions League en 2014, con un nivel igual o tal vez más alto que el de Cristiano Ronaldo.

Con dos goles, el rosarino mostró que todavía tiene cuerda, pero esta imagen choca de frente con la última que mostró en el combinado nacional, cuando ingresó en el segundo tiempo de la semifinal ante Brasil y nada pudo hacer para revertir la historia, en un capítulo más de una historia errática.

Esta dualidad entre el Di María de clubes y el de selección se afirmó en el Mundial 2014, cuando luego de aquel agónico gol contra Suiza, sufrió un desgarro en cuartos de final por una corrida innecesaria que le hizo perder la final, cuando llegaba como campeón de la Champions League con Real Madrid. Las lágrimas volvieron un año después, nuevamente por un pique demasiado largo que terminó en ruptura fibrilar en la Copa América de Chile. Como si fuera poco, la Copa América Centenario de 2016 también fue escenario de una lesión, tan muscular como mental.

Al mismo tiempo, el Fideo acumulaba millas y millones: de Real Madrid a Manchester United y, después de una mala temporada, a PSG, para transformarse en el futbolista más caro de la historia en cuanto a transferencias acumuladas. Pero esta película le guardaba más escenas con la nacional: el golazo a Francia en octavos de final del Mundial 2018, apenas un charco de agua en pleno desierto de un torneo pésimo para todos, incluido él, que auguraba un final de ciclo que no fue.

Aunque sentía que la etapa estaba terminada luego del fracaso en Rusia, nunca bajó los brazos y le avisó a Scaloni con palabras y con hechos que quería volver. Y lo logró. ¿El resultado? Decepcionante Copa América. Ciclo cumplido, parecía. Pero con Di María, el final nunca está escrito del todo. La actuación en el Parc des Princes ante el Merengue fue un nuevo llamado de atención para el DT. Con las Eliminatorias Sudamericanas a la vuelta de la esquina, no quiere ser descartado. Será cuestión de poder ganar esa batalla psíquica para poder ser un día el de los clubes, pero con la celeste y blanca.