El penal otorgado a instancias del VAR a los seis minutos del Superclásico seguramente haya cambiado el curso del partido entre River y Boca en el Monumental. Sin embargo, decir que el Millonario ganó la ida de semis porque lo favoreció el arbitraje o porque sus jugadores simularon, como insinuaron algunos protagonistas del Xeneize, es mentira. River ganó porque fue ampliamente superior a Boca futbolísticamente, en propuesta de juego, y gracias a los intérpretes que lo llevaron a cabo.

“El que quiera hablar del árbitro es porque quiere esconder lo que pasó”, dijo Marcelo Gallardo después del triunfo y tras las palabras de algunos rivales. Y tiene razón. Quitarle mérito futbolístico a este River que tuvo un 62.1% de posesión de la pelota, que hizo 498 pases totales y que fue preciso en 71.9% de ellos, que controló el partido gracias a un Enzo Pérez que fue amplio protagonista en el mediocampo y a un Nacho Fernández que se mantiene en un momento espectacular, es no querer reconocer lo que pasó.

Es cierto, River no logró imponer su juego rápidamente, pero gracias a Nacho y a De La Cruz por la izquierda y la derecha, respectivamente, ensanchó la cancha y complicó mucho a un Xeneize que no logró oponer resistencia. Tal es así que si no fuera por apariciones de Esteban Andrada o falta de puntería en algunos remates (como el tiro en el travesaño de Montiel), la diferencia a favor de La Banda podría haber sido aún mayor.

Porque este River, más allá de que haya sido beneficiado o no alguna vez por el arbitraje, o se haya visto favorecido por un muy mal desempeño rival, es superior a los equipos que enfrenta. Lo demostró contra Racing, lo ratificó contra Huracán y lo dejó en claro contra Boca en la Copa Libertadores: hoy el Millonario es uno de los mejores equipos de América y, cuando quiere, te puede pasar por arriba.