Nada de lo ocurrido durante los casi 100 minutos de juego es reprochable para River. Que todo lo que hizo mal en la ida y le costó finalmente la serie, estuvo a punto de revertirlo. Por eso, es increíble que el milagro, la hazaña, la épica, haya sido del equipo que ganó 3-0 la ida como visitante y que no hizo absolutamente nada para cuidarlo, más que encomendarse a la suerte.

Los goles y las polémicas de Palmeiras – River

Excepto por esa tapada milagrosa de Armani en el inicio del partido, todo fue del Millonario. La pelota, el dominio futbolístico y psicológico y lo que más necesitaba: los goles para poner la igualdad a tiro. Fue un primer tiempo donde llegó permanentemente pero, a diferencia de la noche negra de Avellaneda, tuvo la efectividad necesaria con las apariciones del Sicario Rojas y de Rafael Santos Borré.

Todo marchaba de acuerdo al plan. Ni en su faceta más optimista, Gallardo imaginó irse al descanso 2-0 ante un rival que parecía fundido, sin alma y sin reacción. En las siempre utilizadas metáforas boxísticas, el Verdado solo esperaba la campana que da por finalizado el round, necesitado de aire, de hielo y especialmente de un envión anímico.

Nada de eso parecía ocurrir y Montiel daba el golpe que hacía madurar el KO, pero ingresó el gran protagonista de la noche: el VAR. Un milimétrico offside de Borré en la gestación de la jugada motivó la anulación del tanto del empate de la serie y River, que desfilaba por el ring listo para otra piña, decidió regular y esperar, para no fallar.

Y falló. La expulsión de Robert Rojas, que se vistió de villano, de héroe y nuevamente de villano, fue una bocanada de aire fresco para Palmeiras, aunque no cambió su postura de esperar una contra salvadora, un gancho con los ojos cerrados que impacte. Tampoco lo logró. Pero tuvo de su lado al VAR. Al que tampoco se le puede reprochar un error, porque no fue penal a Suárez ni a Borré en el final.

“De qué me sirve”, se le pudo leer en los labios a Gallardo mientras recibía elogios a cada paso que daba con la cabeza gacha por el Allianz Arena, al que llegó necesitado de una noche épica a la que solamente le faltó el gol que corone una actuación prácticamente impecable.